Grados centígrados: historia, uso y diferencias con Celsius

Desde tiempos inmemoriales, la medición de la temperatura ha sido una necesidad fundamental para comprender fenómenos naturales, mejorar procesos industriales, y garantizar la seguridad en numerosos ámbitos cotidianos. Uno de los sistemas más utilizados en todo el mundo para expresar temperaturas es el que emplea grados centígrados, un término que ha estado presente en nuestra vida diaria, tanto en la cocina, en la meteorología, como en la ciencia. Sin embargo, muchas personas desconocen las raíces históricas de esta escala, su evolución y las diferencias que existen con otras unidades similares como la Celsius o la Kelvin. En este artículo, exploraremos en detalle cómo surgieron los grados centígrados, su significado y aplicaciones, además de analizar las particularidades que los distinguen de otros sistemas de medición térmica.
El concepto de temperatura y su medición no fue inmediato ni universal en sus principios. Desde la antigüedad, diferentes culturas intentaron categorizar las sensaciones térmicas para entender el clima y sus cambios. No obstante, fue en la era moderna cuando científicos dedicaron esfuerzos para estandarizar estas mediciones mediante escalas que pudieran ser reproducidas en cualquier lugar del mundo. La escala de grados centígrados tiene una historia fascinante, marcada por avances científicos y ajustes tecnológicos que han contribuido a su aceptación global. Además, a lo largo de los años, la forma en que nos referimos a esta escala ha cambiado, desde el término tradicional hasta la denominación oficial de Celsius, que hoy en día es universalmente aceptada.
Este sistema de medición tiene implicaciones más allá de la ciencia, pues afecta la forma en que entendemos el clima, gestionamos recursos y desarrollamos tecnología. Por ejemplo, en meteorología, la escala centígrada es la referencia principal para las temperaturas ambiente, y en la industria alimentaria, su uso es indispensable para garantizar la seguridad de los alimentos. Sin embargo, en algunos países como Estados Unidos, todavía prevalece el uso del grado Fahrenheit, lo que ocasiona algunas confusiones y discusiones sobre la estandarización internacional. Es importante, por tanto, tener un conocimiento profundo acerca de los grados centígrados y su relación con otras unidades de temperatura para entender su relevancia en un mundo globalizado. En los siguientes apartados, abordaremos paso a paso la historia, las propiedades, aplicaciones y las principales diferencias con otras escalas, proporcionándote un panorama completo y amigable acerca de esta importante unidad de medida.
La historia de los grados centígrados
Para comprender el origen de los grados centígrados, es fundamental remontarse a los albores de la historia de la medición de temperaturas. Antes del siglo XVIII, las diferentes culturas ya habían desarrollado métodos rudimentarios para indicar cambios térmicos, generalmente mediante símbolos visuales o registros en materiales sensibles al calor. Sin embargo, la sistematización de estas mediciones no se formalizó hasta la invención del termómetro, un invento que revolucionó la percepción del calor y el frío.
El físico y astrónomo sueco Anders Celsius fue la figura central en la creación de la escala que hoy conocemos como la base para los grados centígrados. En 1742, propuso una escala en la que el punto de congelación del agua se establecía en 100 grados y el punto de ebullición a 0 grados, bajo condiciones normales de presión. Sin embargo, esto invertía la percepción habitual de cómo se entendía la temperatura, ya que generalmente se piensa que a mayor temperatura, mayor es el valor en la escala. La idea de Celsius fue intrigante pero también susceptible a confusiones, por ello, unos años después, el naturalista inglés Carl Linnaeus y otros científicos realizaron modificaciones.
Linnaeus, en particular, decidió invertir los valores originales de Celsius, ajustando la escala para que el punto de congelación del agua fuera 0 y el punto de ebullición 100, en correspondencia con la comprensión popular de que la temperatura aumenta con el aumento de los grados. Este ajuste facilitó la aceptación y uso de la escala, que rápidamente se popularizó en Europa y luego en el resto del mundo. Es importante notar que, a partir de ese momento, la escala fue conocida inicialmente como la escala centígrada, en referencia a que dividía en 100 partes iguales los intervalos entre el hielo y el agua en ebullición. La historia de esta escala refleja la perseverancia y el ingenio de los científicos en busca de una referencia universal y sencilla que facilitara las mediciones térmicas en diversos contextos.
Con el tiempo, la escala de Celsius se convirtió en uno de los principales estándares para medir temperaturas en ámbitos científicos, meteorológicos, escolares y domésticos. La idea de dividir en 100 partes iguales los intervalos térmicos fue un avance clave, que facilitó tanto cálculos como comprensiones fáciles para las personas. Sin embargo, en determinado momento, surgieron debates respecto a la nomenclatura y las unidades, que llevaron a cambios oficiales en todo el mundo. Estos cambios, junto con las innovaciones tecnológicas, consolidaron la posición de los grados centígrados en el imaginario colectivo y en la comunidad científica, estableciendo una línea base para futuras mediciones y comparaciones internacionales.
La evolución y adopción mundial de la escala Celsius

Tras la propuesta inicial de Celsius y las correcciones realizadas por Linnaeus, la escala comenzó a difundirse rápidamente por Europa y, posteriormente, por otros continentes. La sencillez de dividir en 100 partes iguales los intervalos entre los puntos clave de congelación y ebullición del agua la hizo muy atractiva tanto para científicos como para usuarios cotidianos. La precisión y fácil interpretación que ofrecía la escala cementaron su uso en laboratorios, academias, y en la vida diaria en distintas regiones del mundo.
Durante las décadas siguientes, diferentes instituciones internacionales comenzaron a adoptar formalmente la escala Celsius como referencia estándar. Sin embargo, el uso del término grados centígrados persistió durante mucho tiempo, incluso en contextos informales, debido a su sencillez y familiaridad. No obstante, en 1948, la Unión Internacional de Química hizo una recomendación para unificar la nomenclatura y evitar ambigüedades, estableciendo oficialmente el término Celsius en honor al propio Anders Celsius, en lugar de seguir usando la denominación más descriptiva de "centígrado". A partir de ese momento, la escala adquirió carácter oficial y global, siendo integrada en los sistemas internacionales de unidades y en la educación.
La adopción a nivel internacional significó también la integración en normativas y en la industria. Desde la meteorología hasta la medicina, la producción alimentaria y la ingeniería, la escala Celsius se convirtió en un patrón de referencia imprescindible. Muchas naciones, incluso aquellas con sistemas tradicionales distintos, comenzaron a incluir el uso de grados centígrados en publicaciones, instrumentos y dispositivos electrónicos, además de adaptar sus sistemas de medición para alinearse con esta normativa. La universalidad de la escala facilitó la comunicación científica y técnica, permitiendo comparaciones precisas y unificadas en todo el mundo, eliminando así la confusión provocada por diferentes unidades. La historia de su evolución refleja la importancia de las decisiones internacionales para consolidar un marco de referencia común en la medición de la temperatura.
Diferencias entre grados centígrados y Celsius
Es común que las expresiones grados centígrados y Celsius se utilicen de manera intercambiable en el lenguaje cotidiano, pero en realidad, existen diferencias sutiles pero importantes en su significado técnico. El término grados centígrados hace referencia a la unidad de medida misma, mientras que Celsius indica la escala o sistema de medición específico desarrollado a partir de esa unidad. En la práctica, cuando alguien dice que la temperatura está en 25 grados centígrados, en realidad está indicando que esa temperatura coincide con 25 °C en la escala Celsius.
El sistema Celsius está definido en función de puntos fijos: el punto de congelación del agua en 0 °C y el punto de ebullición en 100 °C, bajo condiciones normales de presión. La escala divide el rango entre estos puntos en 100 partes iguales, cada una representando un grado Celsius o, en la forma abreviada, un grado centígrado. La precisión en la medición y comparación está directamente relacionada con esta escala, y en la mayoría de las aplicaciones científicas y técnicas, se utiliza la nomenclatura Celsius para mayor claridad y precisión.
Otra diferencia importante radica en su evolución y uso global. La denominación "grados centígrados" es una expresión coloquial y aún muy arraigada en el habla cotidiana, especialmente en países hispanohablantes, mientras que "Celsius" es la nomenclatura oficialmente aceptada para referirse a la escala en ámbitos científicos y técnicos internacionales. La adopción del término Celsius ayuda a uniformizar los documentos, las publicaciones científicas y las tecnologías, evitando ambigüedades y malas interpretaciones. Así, aunque en la práctica suelen usarse aparentemente como sinónimos, la distinción técnico-lingüística tiene valor en contextos formales y académicos.
Por último, es importante destacar que la escala Celsius también se relaciona con otras unidades de temperatura, como el Kelvin y el Fahrenheit, que ofrecen diferentes perspectivas y aplicaciones. La relación entre Celsius y Kelvin, por ejemplo, es lineal y directa, algo que no ocurre con Fahrenheit, que tiene una escala distinta y menos intuitiva para la mayoría de los usos científicos. Conocer estas diferencias ayuda a entender mejor la historia, la precisión y la versatilidad del sistema Celsius, así como la importancia de usar siempre la terminología adecuada en cada contexto.
La escala Kelvin: una alternativa con raíces similares

Otro aspecto relevante en el mundo de las unidades térmicas es la escala Kelvin, que comparte muchas características con los grados centígrados, pero también presenta diferencias clave. La escala Kelvin se diseñó principalmente para aplicaciones científicas y experimentales, donde se requiere mayor precisión y un punto de referencia absoluto en relación con el cero térmico. A diferencia del sistema Celsius, que a menudo se refiere a puntos específicos del agua en condiciones atmosféricas, el Kelvin se basa en un concepto más fundamental: el cero absoluto, que sería la temperatura en la cual las partículas de un sistema alcanzan su mínima energía.
El punto de fusión del agua en la escala Kelvin se sitúa en 273,15 K, mientras que en Celsius corresponde a 0 °C. La relación entre ambos sistemas es lineal, y puede expresarse mediante una sencilla fórmula: T(°C) = T(K) – 273,15. Esto significa que un cambio de un grado Celsius equivale exactamente a un cambio de un grado Kelvin, lo que facilita la conversión entre ambas unidades. La precisión y consistencia de esta relación hacen que el Kelvin sea la unidad preferida en la ciencia básica y en ámbitos que requieren mediciones absolutas y comparables en distintos experimentos.
Desde un punto de vista práctico, el uso del Kelvin permite eliminar la confusión que puede generar la existencia de valores negativos en la escala Celsius. Mientras que en Celsius las temperaturas por debajo de 0 °C son comunes en regiones frías o en ciertos procesos científicos, en Kelvin, el cero absoluto representa la ausencia total de movimiento térmico y es considerado como un valor mínimo, sin negativos. Por ello, en física y química, el Kelvin es la unidad de referencia admitida en el Sistema Internacional de Unidades, lo que refuerza su importancia y utilidad en el mundo científico. La relación estrecha con los grados centígrados y su carácter universal hacen del Kelvin una escala fundamental en nuestro entendimiento del comportamiento térmico del universo.
La escala Fahrenheit y sus diferencias con Celsius y grados centígrados
Para completar el panorama sobre las diferentes escalas de temperatura, no podemos dejar de mencionar la escala Fahrenheit, creada en 1724 por el físico alemán-involucrado en la historia de las mediciones térmicas, Daniel Gabriel Fahrenheit. Esta escala tiene un funcionamiento diferente y un origen histórico específico, relacionado con sus experimentos y observaciones sobre el calor, así como con la necesidad práctica de tener una escala útil para las condiciones climáticas de su tiempo.
El punto de congelación del agua en Fahrenheit se estableció en 32 grados, mientras que el punto de ebullición en 212 grados, bajo condiciones normales de presión. La diferencia de estos puntos respecto a Celsius o Kelvin genera una escala que resulta menos intuitiva para la mayoría de los fines científicos modernos, pero que todavía tiene uso en ciertos países, principalmente en Estados Unidos. La relación entre Fahrenheit y Celsius se describe mediante una fórmula más compleja: T(°F) = T(°C) × 9/5 + 32, lo cual refleja las proporciones distintas que tienen estas escalas.
Una de las principales diferencias radica en la división de la escala: en Fahrenheit, los grados están divididos en 180 partes entre los puntos de congelación y ebullición del agua, algo mucho menos preciso para los estándares actuales internacionales basados en la escala Celsius. Esto ha llevado a que en ámbitos científicos, industriales y académicos se prefiera utilizar el sistema Celsius o Kelvin, debido a su coherencia, simplicidad y adhesión al Sistema Internacional. Sin embargo, el uso del grado Fahrenheit persiste en diferentes países y contextos, y entender sus diferencias con los grados centígrados ayuda a evitar errores en la conversión y la interpretación de temperaturas en diferentes regiones del mundo.
En definitiva, cada escala tiene su historia y contexto específico, y comprender sus características permite apreciar mejor la evolución de la medición térmica. La comparación entre Celsius, Kelvin y Fahrenheit revela no solo diferencias técnicas sino también culturales, y resalta la importancia de la estandarización mundial para facilitar la comunicación y el desarrollo científico. La elección de una u otra escala depende del uso, la región y las necesidades particulares, pero conocerlas todas en su profundidad enriquece nuestro entendimiento del calor y el frío en el universo.
Conclusión
A lo largo de este recorrido por la historia, el uso y las diferencias entre las distintas unidades de medición térmica, hemos visto cómo los grados centígrados juegan un papel fundamental en nuestra vida cotidiana y en la ciencia moderna. Desde las ideas iniciales de Anders Celsius hasta la adopción internacional como la escala Celsius, su evolución refleja la búsqueda constante de precisión, sencillez y universalidad en la medición del calor. La relación estrecha con otras escalas, como el Kelvin, y las diferencias con sistemas como Fahrenheit, enriquecen nuestra comprensión del concepto de temperatura y su medición.
El término grados centígrados ha sido durante mucho tiempo una referencia familiar para describir temperaturas ambientales, en la cocina, en la meteorología y en numerosas aplicaciones prácticas. Sin embargo, el conocimiento técnico y científico recomienda usar la denominación Celsius, que formaliza el sistema y brinda mayor precisión y compatibilidad internacional. La comprensión de estas distintas escalas y sus historias permite apreciar cómo la ciencia y la cultura se entrelazan en fenómenos universales tan fundamentales como el calor, el frío y la temperatura.
En última instancia, la gestión de la temperatura mediante estas escalas ha facilitado avances en áreas como la ingeniería, la medicina, la climatología y la investigación espacial, permitiendo que la humanidad pueda entender, predecir y adaptarse a los cambios térmicos del entorno. La historia y evolución de los grados centígrados nos enseñan que las unidades de medida no son solo números: son reflejo de los avances científicos, las necesidades sociales y las interpretaciones culturales, que permanecen en constante desarrollo para construir un mundo mejor y más comprensible.
Deja una respuesta